Textos de amigos sobre temas cinematográficos. :) espero lo disfruten, comentarios y textos propios bienvenidos.
Siegmund y Donatien
No te hagas güey o … que duela para que se sienta rico
Históricamente, la relación entre el placer y el dolor ha sido lo bastante estrecha como para que en ciertos momentos, se pierdan los límites entre ambos. Esta aparente contradicción, se manifiesta en la pintura, la literatura, la fotografía y por supuesto en el cine. ¿Por qué nos inquieta tanto? Quizá sólo se trata de algo que simplemente nos seduce al apelar a nuestro lado oscuro, a nuestra sombra como diría Jung.
Cuando el Marqués de Sade escribió sus textos, la moral de la época era lo suficientemente miope para no encontrar un contenido más profundo que la simple narración explícita de conductas tipificadas como aberrantes y bizarras. Sin embargo sus textos tenían una extraña magia que llamaba la atención de ricos y pobres, porque les invitaba a imaginar lo inimaginable y a construir fantasías para escapar de la rigidez social que se vivía.
Sade planteaba una especie de hombre superior pues en su esquema buscaba retratar una vida sin límites, misma que envidiarían aún los más poderosos que debían ceñirse a las reglas. La estimulación de esos pensamientos clandestinos hizo que muchos hasta hoy en día, pecaramos de pensamiento.
La postura de Sade es sin duda egoísta pero consecuencia lógica de su aislamiento en prisión. El otro deja de ser importante ya que no es protagonista de mi vida sino sólo de mis fantasías y en ellas por definición yo soy el amo de su deseo y busco naturalmente el placer para mí.
Lo que estremece de la obra de Sade, no es la descripción de las acciones, ni las acciones en sí mismas, es la trasgresión. Tendríamos que estar de acuerdo en que los escritos de Sade no son eróticos ni tampoco son sadomasoquistas en esencia, más bien se trata de escritos que están basados en el libertinaje y actos de trasgresión que golpean de frente la “moral” y “las buenas costumbres” desde que fueron plasmados en papel hasta nuestros días.
Según Freud, el principio del placer junto con el principio de realidad son principios que rigen el funcionamiento psíquico humano. Freud tematiza a lo largo de sus obras la noción de principio de placer entendido como rector de los actos que tienden al alejamiento del dolor o displacer. Más adelante concebirá este principio como regulador general de la estructura psicológica, de forma que, a partir de su división en tres estructuras de la psique: el ello el yo y el superyo, considerará que el ello, que es inconsciente, está regido por el principio del placer y tiende a la inmediata satisfacción y realización de todos los deseos ya sea en la realidad o en la fantasía, a efectos de reducir la excitación. El yo, en cambio, a instancias del superyo, se rige por el principio de realidad, que en base a las exigencias éticas socialmente establecidas, modifica los impulsos surgidos del ello. Mediante el principio de realidad el yo toma la decisión de si debe realizar o postergar la satisfacción de los deseos o, incluso, si debe suprimir la aspiración de la pulsión por considerarla peligrosa. La formación del yo se determina a partir de esta tensión entre los dos principios psíquicos fundamentales.
En resumen, el yo es el resultado de la relación entre el ello (deseo del placer) y el superyo (principio de realidad, ético). Este esquema retrata con bastante precisión la naturaleza humana dual y contradictoria. Freud también habló de esta dualidad cuando describió el impulso erótico y el impulso de muerte como parte de la esencia del hombre.
“Estas masas humanas han de ser vinculadas libidinalmente, pues ni la necesidad por sí sola ni las ventajas de la comunidad de trabajo bastarían para mantenerlas unidas. Pero el natural instinto humano de agresión, la hostilidad de uno contra todos y de todos contra uno, se opone a este designio de la cultura. Dicho instinto de agresión es el descendiente y principal representante del instinto de muerte, que hemos hallado junto al Eros y que con él comparte la dominación del mundo. Ahora, creo, el sentido de la evolución cultural ya no nos resultará impenetrable; por fuerza debe presentarnos la lucha entre Eros y muerte, instinto de vida e instinto de destrucción, tal como se lleva a cabo en la especie humana. Esta lucha es, en suma, el contenido esencial de la misma, y por ello la evolución cultural puede ser definida brevemente como la lucha de la especie humana por la vida.” (El malestar en la cultura, en Obras completas, Biblioteca Nueva, Madrid 1968, vol. III p.45-46.)
Pero nuestro lado oscuro no necesita de ninguna justificación teórica o filosófica. Es parte de nosotros aunque no queramos verlo lo importante es ¿qué pasa cuando descubres que está allí y que Sade y Freud tenían razón?
La primera opción es huir, la segunda asumir que está allí y aprender a vivir con él y la tercera es coquetear con él y ¿por qué no? Explorarlo.
Si llevamos esto al terreno del vouyerismo, llagaremos inevitablemente al cine, claro no a todo el cine, pero a los terrenos de David Lynch, David Cronenberg, Takashi Miike, Bernardo Bertolucci y muchos otros que han buscado en la oscuridad del hombre, ese lugar donde el dolor y placer se mezclan, los temas de sus películas.
El cine es un espejo de dos caras, por un lado refleja la sociedad de la que nace con todos sus defectos y virtudes pero por el otro se presenta ante el espectador como un gran espejo en el que puede reflejarse. El proceso de identificación con los personajes de una película, es producto de nuestro deseo de placer y nuestro principio de realidad (ético).
Por esta razón, las películas ligeras que no husmean en el lado oscuro rompen record de taquilla, son muy cómodas y poco comprometedoras. Pero quién dijo que el cine no era diversión. (Es importante aclarar que queda fuera de esta reflexión el material que deliberadamente busca el escándalo y la controversia para llamar la atención sin aportar nada.)
Resulta interesante lo que ciertos directores pueden lograr con sus trabajos. El grado de cuestionamiento que existe para el espectador analítico y los efectos que provoca. Hay obras que constituyen verdaderos tratados sobre la naturaleza del hombre, su lado bueno y su peor lado enfrentados en la cotidianidad. Estas historias resultan a veces tan impactantes que no nos damos cuenta lo cerca que están de nosotros y que a veces sin pensar, las protagonizamos todos los días
Por ejemplo, qué habrá pasado por la mente de Jeffrey en Terciopelo Azul de Lynch, cuando primero ve a Dorothy en un acto sexual perverso y violento, luego tiene sexo con ella y descubre el placer de la violencia y por último termina volándole la cabeza al villano para irse a casa con la más fresa de la película. Es contradictorio, por momentos sádico, es dolor que produce placer y placer que duele. A Sade y a Freud les habría encantado la película.
En 1972, una película comienza mostrando a hombre que camina debajo de un puente y grita “maldito sea dios” mientras pasa el tren. Bertoclucci en El último tango en París muestra una fascinación por la oscuridad con dos personajes que viven una historia de deseo, de placer, de realidad y de dolor.
Cronenberg con Crash, provocó que en nuestro país la gente se saliera del cine por considerar casi pornográfica y de mal gusto la cinta, cuando en realidad se iban porque les gustaba lo que veían pero el principio de realidad (ético), el superyo no les permitía continuar, había que reprimir al ello y abandonar la sala con un argumento moralizante.
Takashi Miike lo hace todo el tiempo, desde Ichi y la exploración sadomasoquista que hace, pasando por la crueldad perversa de Audition y la locura desenfrenada en Visitor Q donde la primera secuencia es un hombre mayor teniendo sexo con una joven mientras juegan con una cámara. La joven es su hija y todo esto ocurre mientras el hijo adolescente golpea a su madre que es adicta a la heroína y se prostituye regularmente para conseguirla. Aunque suene absurdo, al final la película contiene un mensaje muy profundo que lleva a la reflexión de la importancia de la unidad familiar.
Estos ejemplos son sólo cuatro de miles posibles y eso es lo que importa. Lo hemos venido haciendo históricamente con los medios que estaban disponibles. ¿Por qué? ¿Por qué hay quien gasta millones en contarnos esas historias? Por qué hay millones que estamos dispuestos a pagar por verlas.
Lejos de cualquier pretensión de juicio, creo que este es un aspecto muy importante de nuestras vidas, más íntimo que el sexo y muy cercano a él. La realidad se conforma así. Qué tan buenos o qué tan malos somos es una pregunta cuya respuesta no interesa. Importa la conciencia, la honestidad con respecto a la propia maldad.
El miedo y la culpa nublan estas reflexiones que no son otra cosa que autoconocimiento. Todos hemos tenido pensamientos tan oscuros que nos daría pena mencionar, pero el secreto está a salvo con nosotros porque tenemos que vivir con ellos y ocultarlos como un defecto físico que provocaría que los demás miembros de la sociedad nos sancionaran mientras piensan cosas peores.
Es paradójico pero no ocioso porque nadie debería atreverse a negarlo, lo cual coloca el asunto en la esfera de la realidad de la que somos parte. Pero si alguien piensa que está exento, que reflexiones para sus adentros sobre la siguiente pregunta:
¿Qué habría hecho Sade con una cámara de video?
No te hagas güey o … que duela para que se sienta rico
Históricamente, la relación entre el placer y el dolor ha sido lo bastante estrecha como para que en ciertos momentos, se pierdan los límites entre ambos. Esta aparente contradicción, se manifiesta en la pintura, la literatura, la fotografía y por supuesto en el cine. ¿Por qué nos inquieta tanto? Quizá sólo se trata de algo que simplemente nos seduce al apelar a nuestro lado oscuro, a nuestra sombra como diría Jung.

Sade planteaba una especie de hombre superior pues en su esquema buscaba retratar una vida sin límites, misma que envidiarían aún los más poderosos que debían ceñirse a las reglas. La estimulación de esos pensamientos clandestinos hizo que muchos hasta hoy en día, pecaramos de pensamiento.
La postura de Sade es sin duda egoísta pero consecuencia lógica de su aislamiento en prisión. El otro deja de ser importante ya que no es protagonista de mi vida sino sólo de mis fantasías y en ellas por definición yo soy el amo de su deseo y busco naturalmente el placer para mí.
Lo que estremece de la obra de Sade, no es la descripción de las acciones, ni las acciones en sí mismas, es la trasgresión. Tendríamos que estar de acuerdo en que los escritos de Sade no son eróticos ni tampoco son sadomasoquistas en esencia, más bien se trata de escritos que están basados en el libertinaje y actos de trasgresión que golpean de frente la “moral” y “las buenas costumbres” desde que fueron plasmados en papel hasta nuestros días.
Según Freud, el principio del placer junto con el principio de realidad son principios que rigen el funcionamiento psíquico humano. Freud tematiza a lo largo de sus obras la noción de principio de placer entendido como rector de los actos que tienden al alejamiento del dolor o displacer. Más adelante concebirá este principio como regulador general de la estructura psicológica, de forma que, a partir de su división en tres estructuras de la psique: el ello el yo y el superyo, considerará que el ello, que es inconsciente, está regido por el principio del placer y tiende a la inmediata satisfacción y realización de todos los deseos ya sea en la realidad o en la fantasía, a efectos de reducir la excitación. El yo, en cambio, a instancias del superyo, se rige por el principio de realidad, que en base a las exigencias éticas socialmente establecidas, modifica los impulsos surgidos del ello. Mediante el principio de realidad el yo toma la decisión de si debe realizar o postergar la satisfacción de los deseos o, incluso, si debe suprimir la aspiración de la pulsión por considerarla peligrosa. La formación del yo se determina a partir de esta tensión entre los dos principios psíquicos fundamentales.
En resumen, el yo es el resultado de la relación entre el ello (deseo del placer) y el superyo (principio de realidad, ético). Este esquema retrata con bastante precisión la naturaleza humana dual y contradictoria. Freud también habló de esta dualidad cuando describió el impulso erótico y el impulso de muerte como parte de la esencia del hombre.
“Estas masas humanas han de ser vinculadas libidinalmente, pues ni la necesidad por sí sola ni las ventajas de la comunidad de trabajo bastarían para mantenerlas unidas. Pero el natural instinto humano de agresión, la hostilidad de uno contra todos y de todos contra uno, se opone a este designio de la cultura. Dicho instinto de agresión es el descendiente y principal representante del instinto de muerte, que hemos hallado junto al Eros y que con él comparte la dominación del mundo. Ahora, creo, el sentido de la evolución cultural ya no nos resultará impenetrable; por fuerza debe presentarnos la lucha entre Eros y muerte, instinto de vida e instinto de destrucción, tal como se lleva a cabo en la especie humana. Esta lucha es, en suma, el contenido esencial de la misma, y por ello la evolución cultural puede ser definida brevemente como la lucha de la especie humana por la vida.” (El malestar en la cultura, en Obras completas, Biblioteca Nueva, Madrid 1968, vol. III p.45-46.)
Pero nuestro lado oscuro no necesita de ninguna justificación teórica o filosófica. Es parte de nosotros aunque no queramos verlo lo importante es ¿qué pasa cuando descubres que está allí y que Sade y Freud tenían razón?

Si llevamos esto al terreno del vouyerismo, llagaremos inevitablemente al cine, claro no a todo el cine, pero a los terrenos de David Lynch, David Cronenberg, Takashi Miike, Bernardo Bertolucci y muchos otros que han buscado en la oscuridad del hombre, ese lugar donde el dolor y placer se mezclan, los temas de sus películas.
El cine es un espejo de dos caras, por un lado refleja la sociedad de la que nace con todos sus defectos y virtudes pero por el otro se presenta ante el espectador como un gran espejo en el que puede reflejarse. El proceso de identificación con los personajes de una película, es producto de nuestro deseo de placer y nuestro principio de realidad (ético).
Por esta razón, las películas ligeras que no husmean en el lado oscuro rompen record de taquilla, son muy cómodas y poco comprometedoras. Pero quién dijo que el cine no era diversión. (Es importante aclarar que queda fuera de esta reflexión el material que deliberadamente busca el escándalo y la controversia para llamar la atención sin aportar nada.)
Resulta interesante lo que ciertos directores pueden lograr con sus trabajos. El grado de cuestionamiento que existe para el espectador analítico y los efectos que provoca. Hay obras que constituyen verdaderos tratados sobre la naturaleza del hombre, su lado bueno y su peor lado enfrentados en la cotidianidad. Estas historias resultan a veces tan impactantes que no nos damos cuenta lo cerca que están de nosotros y que a veces sin pensar, las protagonizamos todos los días

En 1972, una película comienza mostrando a hombre que camina debajo de un puente y grita “maldito sea dios” mientras pasa el tren. Bertoclucci en El último tango en París muestra una fascinación por la oscuridad con dos personajes que viven una historia de deseo, de placer, de realidad y de dolor.
Cronenberg con Crash, provocó que en nuestro país la gente se saliera del cine por considerar casi pornográfica y de mal gusto la cinta, cuando en realidad se iban porque les gustaba lo que veían pero el principio de realidad (ético), el superyo no les permitía continuar, había que reprimir al ello y abandonar la sala con un argumento moralizante.
Takashi Miike lo hace todo el tiempo, desde Ichi y la exploración sadomasoquista que hace, pasando por la crueldad perversa de Audition y la locura desenfrenada en Visitor Q donde la primera secuencia es un hombre mayor teniendo sexo con una joven mientras juegan con una cámara. La joven es su hija y todo esto ocurre mientras el hijo adolescente golpea a su madre que es adicta a la heroína y se prostituye regularmente para conseguirla. Aunque suene absurdo, al final la película contiene un mensaje muy profundo que lleva a la reflexión de la importancia de la unidad familiar.
Estos ejemplos son sólo cuatro de miles posibles y eso es lo que importa. Lo hemos venido haciendo históricamente con los medios que estaban disponibles. ¿Por qué? ¿Por qué hay quien gasta millones en contarnos esas historias? Por qué hay millones que estamos dispuestos a pagar por verlas.
Lejos de cualquier pretensión de juicio, creo que este es un aspecto muy importante de nuestras vidas, más íntimo que el sexo y muy cercano a él. La realidad se conforma así. Qué tan buenos o qué tan malos somos es una pregunta cuya respuesta no interesa. Importa la conciencia, la honestidad con respecto a la propia maldad.
El miedo y la culpa nublan estas reflexiones que no son otra cosa que autoconocimiento. Todos hemos tenido pensamientos tan oscuros que nos daría pena mencionar, pero el secreto está a salvo con nosotros porque tenemos que vivir con ellos y ocultarlos como un defecto físico que provocaría que los demás miembros de la sociedad nos sancionaran mientras piensan cosas peores.
Es paradójico pero no ocioso porque nadie debería atreverse a negarlo, lo cual coloca el asunto en la esfera de la realidad de la que somos parte. Pero si alguien piensa que está exento, que reflexiones para sus adentros sobre la siguiente pregunta:
¿Qué habría hecho Sade con una cámara de video?
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